-Hola, buenas tardes. Vengo a inscribirme para el taller
literario de la señora Gumercinda Torkinson.
-Buenos días. Si, cómo no. Dígame su nombre.
-Lihuen. L, i, h, u, e, n.
-Apellido?
-Abud
-Abud?
-Sí, Abud, sin hache y con d al final.
-¿Es de procedencia árabe el apellido?
-Sí, más precisamente sirio-libanés.
-¿Y el nombre de procedencia mapuche?
-Sí. Así es.
-¿Y cómo fue?
-¿Cómo fue qué?
-Que su padre se casó con una mapuche…
-Mi padre no se casó con ninguna mapuche.
-Ah, sus abuelos, entonces.
-No, mi abuelo tampoco.
-¿Pero… y cómo se produce la fusión?
-¿Qué fusión?
-De las dos razas que se unen.
-Perdón, ¿acá es para inscribirse al taller literario de
Gumercinda Torkinson?
-Sí, acá es. Dígame su edad.
-55 años.
-¿55 años? ¡No lo parece, que bien se conserva!
-Bueno, gracias. Usted también.
-Bueno, gracias. ¿Pero cómo sabe si no le he dicho mi edad?
-Por su curiosidad, me doy cuenta.
-¿A qué se dedica, Sr. Abud?
-Soy RR.PP., me dedico a las relaciones públicas, para una
empresa privada.
-Bueno, dígame su condición religiosa.
-No tengo condición religiosa.
-¿Cómo que no tiene? Supongo debe de creer en alguna
religión, lo deben de haber bautizado, creerá en algún dios, digo.
-No, no creo en dios alguno, soy ateo.
-¿Ateo?
-Si, ateo. ¿Acá es para inscribirse al taller literario de la
escritora Gumercinda Torkinson?
-Si, acá es. Digamé cuánto mide y su peso.
-¿Cuánto mido? 1.82 mts. Y pesar, no sé, hace como 20 años
que no me subo a una balanza.
-Más o menos.
-Póngale 57 kgs. que es lo que pesaba hace 20 años. Mucho no
debe de haber variado.
-¿Su afiliación política?
-Oiga, me está preguntando cosas que ningún interés tienen
para un taller literario.
-Dígame su afiliación política.
-No estoy afiliado a ningún partido político.
-Bueno, pero alguna inclinación hacia alguno debe de tener.
¿A quién votó en las últimas elecciones?
-El voto es secreto, señorita.
-No va a salir de acá, joven, despreocúpese. Es solo una
cuestión formal.
-Voté la lista 187 de Luis Zamora de Autodeterminación y
Libertad, en la mesa 4 de la sección 3 del distrito 01, el 13 de agosto a las
09:43, había desayunado mates dulces con pan con manteca.
-Muy bien. ¿Tiene casa propia o alquila?
-Pero señorita… Alquilo.
-¿Automóvil posee?
-No entiendo para qué tantas preguntas para inscribirme en
un taller literario, señorita. ¿Aquí es donde se inscriben los interesados para
el taller literario de la curiosa tallerista Gumercinda Torkinson?
-Si, acá es. Ya quedan pocas preguntas y finalizamos el
cuestionario. ¿Posee automóvil?
-No. Tengo una bicicleta de dos pedales, a aire comprimido y
motor a músculos.
-Bien. ¿Qué tipo de estilo literario es el que usted
incursiona frecuentemente? ¿Cómo se define?
-No tengo un estilo definido. Puedo escribir poesía como así
cuentos, relatos, novelas, aforismos, hasta un diccionario del absurdo argento,
escribí.
-¿Cuál es su temática principal? ¿La vida, el amor, la
muerte, las injusticias…?
-Mi temática central son los cuestionarios absurdos en las
mesas de entrada de inscripción a los talleres literarios. En eso centro toda
mi intención al escribir.
-Bueno. Para finalizar, digamé: ¿Es casado, soltero, tiene
novia o novio…? Acá no discriminamos.
-Por el momento soy soltero y confieso que puede ser a causa
de que las mujeres hacen muchas preguntas.
-¡Ah, es un tanto misógino!
-No señorita, soy un tanto susceptible a que me hinchen los
huevos –y discúlpeme que haya perdido mi compostura literaria, pero usted
sobrepasó los límites de lo coherente en materia de interrogación. ¿Dónde está
el libro de quejas? Porque esto es inconcebible, no se puede tolerar que lo
traten tan descortésmente a alguien que viene a inscribirse a un taller
literario.
-No tenemos libro de quejas. Acá la gente no viene a
quejarse, viene a inscribirse al taller literario de la profesora Gumercinda
Torkinson.
-Bueno, llámela a la señora Torkinson que quiero hablar con
ella.
-La señora Gumercinda Torkinson soy yo. Usted se está
dirigiendo a la titular de esta cátedra.
-¿Cátedra? ¿Usted es la escritora Gumercinda Torkinson?
-Si, soy yo: encantada.
-¡Usted estará “encantada”, yo ciertamente no. ¿Cómo piensa
usted hacerse de talleristas con esta forma de tratar a los futuros
talleristas?
-Yo no tengo ningún interés en que se inscriban talleristas;
es más, aún no inscribí a ninguno. ¡Todos vienen con unas ínfulas acá, que no
da ganas de hacer ningún taller para trasmitir todo el bagaje de mis
conocimientos y de mi experiencia en las artes del lenguaje escrito con ningún
energúmeno como usted o los que se presentaron antes! Mi interés es otro, no el
de inscribir talleristas.
-¿Cómo que su interés es otro? Si su interés fuese otro y no
el de inscribir talleristas para su taller de escritura, se dedicaría a otros
menesteres y no a inscribir talleristas para un taller de escritura, poniendo
una mesita, planillas, birome, y un cartel que dice: Inscripciones.
-Usted no entiende. Yo en realidad, soy una pastora
evangelista de la Orden de “Los barrabrava de Jehová”, que está buscando rebaño
para su corral. Pero usted lo complicó todo ya al principio de mi cuestionario,
declarando que no cree en ningún dios ni religión. ¡Así no hay interrelación
que pueda mantenerse mucho tiempo!
-¡Ah, muy bien! ¡Cuánta coherencia! Bueno, ya que usted
“blanqueó” sus verdaderas intenciones, yo le voy a “blanquear” mis verdaderas
tareas laborales. Yo trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto
y le voy a solicitar que me permita su Registro de Culto como dicta la Ley Nº
21.745 del Registro Nacional de Cultos, la cual especifica que todo culto, -a
excepción de la religión Católica Apostólica Romana, deben presentar lugar
donde ejercer, tanto la Cede Central como sus filiales, anexos y circuitos callejeros. Permítame la
autorización correspondiente.
-No… no tengo registro, dios me autoriza a hablar por él en
nombre del Amor, no de ningún Ministerio.
-Esto significa que usted está ejerciendo ilegalmente el
culto, dado que no tiene la autorización correspondiente. Está infringiendo las
leyes nacionales, amparadas en la Constitución de la Nación Argentina y
certificadas por los derechos internacionales de libertad de culto, dictados
–entre otros, por el Pacto de San José de Costa Rica y derivados. Me va a tener
que acompañar.
-¿Adónde lo voy a tener que acompañar? Espere, no sea así
¿cómo podemos resolver esta situación? No sea así, don, yo soy buena persona… y
además… fijesé, con mis 35 años aún levanto polvareda. ¿Cómo podemos solucionar
éste inconveniente…? –esto últmo mientras Gumercinda le guiñaba su pestaña
derecha que, claramente, no era para girar en U, sino más bien era para un
avance hacia delante, el cual intentaba penetrar en el desierto amatorio de
Lihuen, quién desde hacía meses solo divisaba revistas y videos xx.
-Bueno, yo conozco un hotel barato a tres calles de aquí, si
gusta…
-¡Claro que gusto, churro! ¡Tenga cuidado que puedo
catequizar su soledad más intrínseca, rubio!
-¡Y usted aténgase a que escriba en usted un poema tan
íntimo como uno de Pablo a Matilde, morocha de espíritu non tan santo!
-¡Ay, las cosas que dice desde su metro ochenta y dos,
caramelito ministerial!
-¡Venga, pase, eso sí, no quiero que suplique a todos los
santos cuando yo la calce entre mis ansias, super diosa de los infiernos!
Mientras escribían sobre sus cuerpos el más ministerial
mensaje de la pasión; mientras se catequizaban el uno al otro; mientras la cama
funcionaba como taller del averno; ambos pensaban:
Lihuen: ¡Qué buen curro esto de que trabajo en el Ministerio
de Relaciones Exteriores y Culto! Lo voy a aplicar más seguido.
Gumercinda: ¡Qué buen curro esto de que soy pastora
evangelista. Lo voy a aplicar más seguido.
04-05-18 Miguel Angel Abud