Bienvenidos a las Andanzas

Abróchense sus cinturones de credulidad y a andar se ha dicho

Con ustedes

Con ustedes
Lihuen

sábado, 5 de mayo de 2018

SOBRE TALLERES Y TALLERISTAS


-Hola, buenas tardes. Vengo a inscribirme para el taller literario de la señora Gumercinda Torkinson.
-Buenos días. Si, cómo no. Dígame su nombre.
-Lihuen. L, i, h, u, e, n.
-Apellido?
-Abud
-Abud?
-Sí, Abud, sin hache y con d al final.
-¿Es de procedencia árabe el apellido?
-Sí, más precisamente sirio-libanés.
-¿Y el nombre de procedencia mapuche?
-Sí. Así es.
-¿Y cómo fue?
-¿Cómo fue qué?
-Que su padre se casó con una mapuche…
-Mi padre no se casó con ninguna mapuche.
-Ah, sus abuelos, entonces.
-No, mi abuelo tampoco.
-¿Pero… y cómo se produce la fusión?
-¿Qué fusión?
-De las dos razas que se unen.
-Perdón, ¿acá es para inscribirse al taller literario de Gumercinda Torkinson?
-Sí, acá es. Dígame su edad.
-55 años.
-¿55 años? ¡No lo parece, que bien se conserva!
-Bueno, gracias. Usted también.
-Bueno, gracias. ¿Pero cómo sabe si no le he dicho mi edad?
-Por su curiosidad, me doy cuenta.
-¿A qué se dedica, Sr. Abud?
-Soy RR.PP., me dedico a las relaciones públicas, para una empresa privada.  
-Bueno, dígame su condición religiosa.
-No tengo condición religiosa.
-¿Cómo que no tiene? Supongo debe de creer en alguna religión, lo deben de haber bautizado, creerá en algún dios, digo.
-No, no creo en dios alguno, soy ateo.
-¿Ateo?
-Si, ateo. ¿Acá es para inscribirse al taller literario de la escritora Gumercinda Torkinson?
-Si, acá es. Digamé cuánto mide y su peso.
-¿Cuánto mido? 1.82 mts. Y pesar, no sé, hace como 20 años que no me subo a una balanza.
-Más o menos.
-Póngale 57 kgs. que es lo que pesaba hace 20 años. Mucho no debe de haber variado.
-¿Su afiliación política?
-Oiga, me está preguntando cosas que ningún interés tienen para un taller literario.
-Dígame su afiliación política.
-No estoy afiliado a ningún partido político.
-Bueno, pero alguna inclinación hacia alguno debe de tener. ¿A quién votó en las últimas elecciones?
-El voto es secreto, señorita.
-No va a salir de acá, joven, despreocúpese. Es solo una cuestión formal.
-Voté la lista 187 de Luis Zamora de Autodeterminación y Libertad, en la mesa 4 de la sección 3 del distrito 01, el 13 de agosto a las 09:43, había desayunado mates dulces con pan con manteca.
-Muy bien. ¿Tiene casa propia o alquila?
-Pero señorita… Alquilo.
-¿Automóvil posee?
-No entiendo para qué tantas preguntas para inscribirme en un taller literario, señorita. ¿Aquí es donde se inscriben los interesados para el taller literario de la curiosa tallerista Gumercinda Torkinson?
-Si, acá es. Ya quedan pocas preguntas y finalizamos el cuestionario. ¿Posee automóvil?
-No. Tengo una bicicleta de dos pedales, a aire comprimido y motor a músculos.
-Bien. ¿Qué tipo de estilo literario es el que usted incursiona frecuentemente? ¿Cómo se define?
-No tengo un estilo definido. Puedo escribir poesía como así cuentos, relatos, novelas, aforismos, hasta un diccionario del absurdo argento, escribí.
-¿Cuál es su temática principal? ¿La vida, el amor, la muerte, las injusticias…?
-Mi temática central son los cuestionarios absurdos en las mesas de entrada de inscripción a los talleres literarios. En eso centro toda mi intención al escribir.
-Bueno. Para finalizar, digamé: ¿Es casado, soltero, tiene novia o novio…? Acá no discriminamos.
-Por el momento soy soltero y confieso que puede ser a causa de que las mujeres hacen muchas preguntas.
-¡Ah, es un tanto misógino!
-No señorita, soy un tanto susceptible a que me hinchen los huevos –y discúlpeme que haya perdido mi compostura literaria, pero usted sobrepasó los límites de lo coherente en materia de interrogación. ¿Dónde está el libro de quejas? Porque esto es inconcebible, no se puede tolerar que lo traten tan descortésmente a alguien que viene a inscribirse a un taller literario.
-No tenemos libro de quejas. Acá la gente no viene a quejarse, viene a inscribirse al taller literario de la profesora Gumercinda Torkinson. 
-Bueno, llámela a la señora Torkinson que quiero hablar con ella.
-La señora Gumercinda Torkinson soy yo. Usted se está dirigiendo a la titular de esta cátedra.
-¿Cátedra? ¿Usted es la escritora Gumercinda Torkinson?
-Si, soy yo: encantada.
-¡Usted estará “encantada”, yo ciertamente no. ¿Cómo piensa usted hacerse de talleristas con esta forma de tratar a los futuros talleristas?
-Yo no tengo ningún interés en que se inscriban talleristas; es más, aún no inscribí a ninguno. ¡Todos vienen con unas ínfulas acá, que no da ganas de hacer ningún taller para trasmitir todo el bagaje de mis conocimientos y de mi experiencia en las artes del lenguaje escrito con ningún energúmeno como usted o los que se presentaron antes! Mi interés es otro, no el de inscribir talleristas.
-¿Cómo que su interés es otro? Si su interés fuese otro y no el de inscribir talleristas para su taller de escritura, se dedicaría a otros menesteres y no a inscribir talleristas para un taller de escritura, poniendo una mesita, planillas, birome, y un cartel que dice: Inscripciones. 
-Usted no entiende. Yo en realidad, soy una pastora evangelista de la Orden de “Los barrabrava de Jehová”, que está buscando rebaño para su corral. Pero usted lo complicó todo ya al principio de mi cuestionario, declarando que no cree en ningún dios ni religión. ¡Así no hay interrelación que pueda mantenerse mucho tiempo!
-¡Ah, muy bien! ¡Cuánta coherencia! Bueno, ya que usted “blanqueó” sus verdaderas intenciones, yo le voy a “blanquear” mis verdaderas tareas laborales. Yo trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y le voy a solicitar que me permita su Registro de Culto como dicta la Ley Nº 21.745 del Registro Nacional de Cultos, la cual especifica que todo culto, -a excepción de la religión Católica Apostólica Romana, deben presentar lugar donde ejercer, tanto la Cede Central como sus filiales,  anexos y circuitos callejeros. Permítame la autorización correspondiente.
-No… no tengo registro, dios me autoriza a hablar por él en nombre del Amor, no de ningún Ministerio.
-Esto significa que usted está ejerciendo ilegalmente el culto, dado que no tiene la autorización correspondiente. Está infringiendo las leyes nacionales, amparadas en la Constitución de la Nación Argentina y certificadas por los derechos internacionales de libertad de culto, dictados –entre otros, por el Pacto de San José de Costa Rica y derivados. Me va a tener que acompañar.
-¿Adónde lo voy a tener que acompañar? Espere, no sea así ¿cómo podemos resolver esta situación? No sea así, don, yo soy buena persona… y además… fijesé, con mis 35 años aún levanto polvareda. ¿Cómo podemos solucionar éste inconveniente…? –esto últmo mientras Gumercinda le guiñaba su pestaña derecha que, claramente, no era para girar en U, sino más bien era para un avance hacia delante, el cual intentaba penetrar en el desierto amatorio de Lihuen, quién desde hacía meses solo divisaba revistas y videos xx.
-Bueno, yo conozco un hotel barato a tres calles de aquí, si gusta…
-¡Claro que gusto, churro! ¡Tenga cuidado que puedo catequizar su soledad más intrínseca, rubio!
-¡Y usted aténgase a que escriba en usted un poema tan íntimo como uno de Pablo a Matilde, morocha de espíritu non tan santo!
-¡Ay, las cosas que dice desde su metro ochenta y dos, caramelito ministerial!
-¡Venga, pase, eso sí, no quiero que suplique a todos los santos cuando yo la calce entre mis ansias, super diosa de los infiernos!

Mientras escribían sobre sus cuerpos el más ministerial mensaje de la pasión; mientras se catequizaban el uno al otro; mientras la cama funcionaba como taller del averno; ambos pensaban:
Lihuen: ¡Qué buen curro esto de que trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto! Lo voy a aplicar más seguido.
Gumercinda: ¡Qué buen curro esto de que soy pastora evangelista. Lo voy a aplicar más seguido.
                         04-05-18 Miguel Angel Abud

jueves, 12 de octubre de 2017

TODOS SOMOS



                        Hay un dolor
que es todos los dolores.
Hay una faltante
que nos llena de ausencia.
Hay una justicia
que nos habla de injusticias.
Hay desapariciones que dan vida
a vidas que parecían desaparecidas.

Lo dejaron a la intemperie
de la frialdad popular;
a la honradez
de la justicia capitalista;
a la sin razón
de los apasionamientos.
Lo dejaron a campo abierto
con su destino cerrado para siempre.
Lo “desaparecieron” por atrás
cuando tenía todo por delante.
Lo entregaron a los “comunicagadores”
de los medios de “comunicagación”
que nos cuentan sobre la manipulación
de los poderes de turno, cual farmacias
para nuestra ansiolítica necesidad
por sentirnos estafados.  

Pocos somos hoy Santiago,
pero todos somos responsables
de desaparición a sangre fría.
Desaparecemos cuando solo somos
solidarios con nosotros mismos.
Desaparecemos cuando
nos creemos las mentiras
y las repetimos como verdades.
Desaparecemos cuando nos creemos
descendientes de los barcos
cuando en realidad descendemos
de nuestro más ignorante saber.
Desaparecemos cuando nos aferramos
a creencias importadas por conquistadores,
cual malinches de sagradas traiciones.
Desaparecemos cada cuatro años
en las urnas comerciales del sufragio.  
Desaparecemos olvidándonos
de nosotros mismos,
cuando nos olvidamos del prójimo.
Desaparecemos con nuestra más terrible arma:
la del silencio y el no compromiso con la verdad.

Santiago es un símbolo de nuestro letargo
que bien puede servirnos para sensibilizarnos.
Santiago es un espejo donde podemos vernos
a nosotros mismos en él; en él
solidarizándose con todos nosotros.
Viéndonos al nosotros mismos que podemos ser
si somos para el otro, como debemos ser.
Santiago es una verdad oculta
que depende de todos develar.

Todos somos Santiago
hasta que nos olvidemos

de nosotros mismos. 

martes, 25 de abril de 2017

ANTIGÉNESIS IMAGINARIA; O DE LOS SUEÑOS

¿Y si desde el principio de los tiempos el homo-neanderthal no hubiera inventado dioses por temor a lo ignorado?
¿Si nuestro primigenio homo-habilis no hubiera apelado a las fábulas para intentar comprender al inconmensurable cosmos y se hubiera dedicado a formular el problema con precisión, sin parábolas, para luego declarar verdadera una hipótesis, solo cuando ya haya sido satisfactoriamente confirmada, aceptando que debía considerarse como parcialmente verdadera, pero siempre posible de ser mejorada?
¿Si nuestro homo-erectus se hubiera abocado a la idea de construir comunidades basadas en el respeto mutuo y la libre circulación de ideas, y no clanes o tribus donde se disputaban territorios unos a otros?
¿Si nuestro ya homo-sapiens en vez de crear sistemas políticos injustos, donde predominan unos sobre otros, donde se someten a los más débiles por parte de los más fuertes, hubiera creado una gran comunidad de hermanos, donde se beneficiasen con el intercambio justo y equilibrado?  
¿Si nuestro homo-internéticus actual dejara de estar cada vez más alejado del otro y de sí mismo y comenzara a navegar por los confines de la razón y la con pasión para con el prójimo y para consigo mismo?
¡Si, ya sé, seríamos otro homo y no el que somos; más evolucionado y sobre el eje de la cuestión!

Pero Eduardo, ¿alguna vez nos convertiremos en homo-sentipensantes? 

lunes, 24 de abril de 2017

LICENCIADO MIGUEL ANGEL ABUD y sus designios (explicación básica para complejas interpretaciones)

  Algunos se preguntarán, aquellos que no me conocen muy bien, el por qué de mi firma como Lic. desde ya hace unos años, puesto que, si bien fui a la universidad, no culminé mis estudios. Primero quisiera explicarle a los uruguayos y uruguayas que nada tiene que ver con Raúl Sendic, el hijo del Bebe. Tampoco tiene que ver con el hecho de querer adjudicarme un título que ninguna entidad académica me haya entregado por el sencillo hecho de transcurrir años y acatar el conocimiento que en dichas prestigiosas casas de estudio enseñan. He leído más que cualquier académico recibido, nada más que mis lecturas fueron algo desordenadas, no enfocando en algo específico, dado que leí literatura, poesía, novelas, religión, filosofía, psicología, etc. No. Tampoco tiene que ver con el hecho de intentar elevar mi ego dado que dicho sujeto de mí, no necesita absolutamente nada para estar por las nubes.  Habiendo aclarado las cuestiones que NO me llevaron a dicho título de nobleza social antes de mi nombre, paso a explayarme sobre la arena de lo que SI baña las costas de la razón que condujo la lancha hasta el por qué de los porqueses.  Según la RAE Licenciado significa: Persona que ha obtenido una licenciatura universitaria. Yo no soy licenciado por ninguna universidad. Tampoco voy a cometer esa calificación bálsamo que algunos esbozan a modo de consuelo: Me recibí en la universidad de la vida. O panaceas por el estilo. Yo tengo mi propia y exclusiva panacea: Me recibí de mí mismo. Algunos estarán pensando pedir turno en algún neuropsiquiátrico o nosocomio por el estilo, pero aguarden a que de mi explicación para llevarme con fundamento. El “Me recibí de mí mismo” conlleva a otra frase: Me conocí. Y luego de los mucho gusto correspondientes, me empecé a descubrir que en mi mismo, no habitaba solo mi mismo yo, sino que habitaban unos cuantos yoes, los cuales se turnaban para actuar ante el afuera del mi mismo a veces, y otras, dentro de mi mismo yo, pero ya saliendo del inconsciente, sino desde el consiente mismo. Ya estoy leyendo pensamientos de psicólogos y psicólogas hablando de “Personalidades múltiples”, “Bipolaridad”, “Esquizofrenia”. Paren, paren la moto, primero pónganse el casco y seguimos charlando.  Descubrirme a mi mismo significa que conozco y acepto mis errores y aciertos. Por supuesto que en mis aciertos no debo trabajar para corregirlos, solo sentirme bien por ellos. Con respecto a mis errores, que muchas veces son errores concretos, pero en otras son errores que bajan al consiente pero que no permito que se manifiesten en mi relación con los otros. Un ejemplo a modo de comprensión: en la calle los taxistas tenemos códigos para trabajar, pero algunos de ellos no lo respetan y, en definitiva, no me respetan a mí, cuando yo soy el involucrado. Allí aparecen mis distintos yoes pugnando por ser cada uno el protagonista de mi actuación a continuación. Uno, el calentón y violento, piensa en acelerar y darle alcance al infractor de códigos e incriminarlo con diversos improperios. Y si la cosa se pone difícil baja con un “palo pa conversar”, para ponerlo en su lugar. Acá pueden ocurrir dos cosas, que el susodicho se haga el pelotudo diciéndome que no me vio y listo, o seguir en su tesitura y allí comenzaría una contienda boxística e insultística que quien sabe cómo podría acabar. El otro yo, más calmo y equilibrado, digamos el humanista básico de mis yoes, argumenta que no es esa la forma de dirimir un pleito y reflexiona si es imprescindible llegar a ese punto de confrontación, y decide que lo mejor es dejar que el vivillo de la calle se aleje, mientras doblo para otra calle o avenida. Este es el yo que piensa que las cosas que se nos presentan en la realidad cotidiana, no son producto del azar, sino que están allí para probar nuestro temple y darnos la oportunidad de ejercer la inteligencia antes que la fuerza bruta. Pero también aparece otro yo, que no es violento sino educador. Este me propone ponernos al lado del infractor de códigos, saludarlo atentamente y exclamarle: “Está difícil la calle hoy eh”. Yo no llevo ni tres mil pesos de recaudación. Día duro el de hoy. El otro compañero confirma mis declaraciones y por lo general desiste de seguir su camino anti-códigos y el que dobla por otra calle es él, luego de despedirse. Y así puedo seguir enumerando distintos yoes que en una u otra oportunidad, pugnan por salir de debajo de mi capa encefálica para depositarse asfalto adentro. Está el yo que cuando me caliento por alguna de esas situaciones diarias, me dice que es hora de bajar los decibeles e ir a tomarme un cafecito y estirar un poco las piernas y las neuronas. Este es el yo no humanista de la “no violencia activa, sino el hippón, el que se aparta de toda situación que pueda sacarme del paz y amor con el que debo conducirme por la vida.  En cada momento del diario vivir nos encontramos con situaciones donde debemos elegir entre esto y aquello. Y la decisión que tomemos puede conducirnos a uno u otro futuro mediato, tanto interno como externo. Es por ello que pienso que debemos estar conscientes a cada momento y en cada decisión que tomemos, porque de esas decisiones dependerán nuestros bienestares o malestar. Hete aquí el por qué y los cómo y para qué del hecho de que en mi página de escritor se anteceda el tan enigmático Lic. Miguel Angel Abud 

AFUEDENTRO

Nos preocupamos por la política y por los políticos, por la suba de los precios y lo bajo de los salarios, por la inflación y la deflación, por lo inseguro de la inseguridad, por el precio del dólar con respecto a la moneda local, por el deterioro de la cultura y la cultura del envase, por el flagelo de la droga y por la droga de los noticieros, por la violencia en el fútbol, por la violencia en el tránsito y por la violencia en el tránsito de un género a otro… Y me pregunto si valdrá la pena, si valdrá la alegría, si valdrá el tiempo que destinamos a tanto afuera. Vivimos tanto en “el afuera” que cuando algún día, por equivocación, por salud o por aburrimiento intentamos mirar para “el adentro”, recién ahí, en ese preciso momento de asombro, nos percatamos de lo solo que lo dejamos, a la vera “del afuera”, “al adentro”, que imploraba por nosotros.  
LAS 12 AFUEDENTRO MAS COTIZADAS  
1. El afuera le susurra en el oído al adentro las directivas con que funciona toda relación entre las partes de un todo. 
2. El afuera se empecina en modificar el adentro y ambos colisionan en la esquina del bamboleo.
3. La basura del afuera se me mezcla con la basura del adentro y juntas salen a pasear por el big bang de mis estados recolectores.
4. El adentro suele ser cruel, solo porque se crió al amparo de un afuera feroz.
5. El adentro ingenuo sigue alimentándose de un afuera voraz en tiempos en que la voracidad peca de ingenuidad. 
6. El adentro solloza una balada triste de trompetas, mientras el afuera sonríe estridente un heavy metal de guitarra eléctrica. El sentido inverso de la des armonía está prohibido por ley.   
7. ¿Será que el afuera es un espejo del adentro o será que el adentro es un espejo del afuera? ¿O será que tanto el afuera como el adentro serán los espejos del orden universal? 
8. Deposité un sueño en el afuera y el adentro me lo despertó, antes de morirme de insomnio. 
9. El afuera de ella seguramente no es el mismo que mi afuera, pues de ser así, ambos combinaríamos en los adentros. Por añadidura, el adentro de ella no es el mismo que mi adentro, pues de ser así, ambos combinaríamos en los afuera. 
10. Si el adentro no está afuera y el afuera no está dentro: ¿Por qué parecen cómplices?
11. El adentro y el afuera son espacios con límites tan difusos que uno nunca sabe dónde termina uno y dónde comienza el otro. Por ejemplo, yo veo una manzana sobre la mesa, en el afuera y la manzana ya comienza a estar en el adentro, en mis pensamientos. Si me la llegase a comer, la manzana seguiría estando afuera (de mis pensamientos) estando en el adentro (de mi cuerpo) y, por consiguiente, también sigue estando en mis pensamientos (en el adentro). ¿Y si no me la como? Me quedaría con hambre, pero la manzana seguiría estando en el adentro y en el afuera. 
12. Afuera y adentro son dos ilusiones espaciales del gran espacio denominado “el todo infinito inconmensurable”, el cual no está ni adentro ni afuera de nada. 

PD:    Sale y vale  
Lic. Miguel Angel Abud

CASUALIDAD

CASUALIDAD

Ella era linda. ¡Qué digo linda! ¡Hermosa era! Y eso a veces juega en contra. Parece una paradoja, pero no lo es. Las mujeres lindas tienen más inconvenientes para enamorarse que las medias lindas o las lindas por dentro. Porque el espejo las traiciona, como a la bruja de Blancanieves. Y después no le entra el zapato. El zapato que viene con príncipe y todo. Y también por eso, porque buscan príncipes. Y los príncipes, últimamente, andan escaseando en democracia, o se retiran del fútbol. Y entonces terminan siendo más amadas por el espejo que por algún obrero de la construcción. Porque ellos no tendrán capa y corona, pero manejan muy bien la cuchara. Y hay de los otros, los que meten la cuchara, pero cuando nadie los llama. Como Lihuen. Que se vino a enamorar de una linda. ¡Qué digo linda! ¡Hermosa era! Y eso le jugó en contra a ella, pero no le importó. Al que sí le importó es a Lihuen. Que de príncipe lo único que tiene es que siempre anda por ahí, por algún cuento. Pero en esos cuentos donde los protagonistas son perdedores, no ganadores. Porque Lihuen es un perdedor nato. En eso de perder, siempre sale ganando. Nunca pierde. Cuando no le toca una trastornada hippona de vincha por dentro, le toca una concheta de neuronas por fuera. Cuando no es una diosa sin religión, es una pagana donde el que termina pagando es él. Pero una vez, si tuvo una mujer con todas las letras. Y ahí, al que se le escapó el diccionario fue a él. ¡No podés, Lihuen! Y de ahí en más, el abismo. Convengamos que Lihuen, en este mundo donde todos vamos tras los próceres en pagarés, no es muy buen partido para una dama que esté queriendo enamorarse de una buena calidad de vida. Lihuen no es un “buen partido”. Es más bien, un “bien partido”. Partido al medio. Claro, en la vida no todo es confort –me dirá usted, no sin justa razón. Pero, ¡váyaselo a decir a la linda! ¡Qué digo linda! ¡Hermosa era! Era tan linda que daba pena verla irse. Bueno, a Lihuen también daba pena verlo irse, pero no por lindo. ¿Cómo hará Dolina? –me pregunto.

El otro día Lihuen se encontró con una vieja amiga que, con el correr del tiempo, estaba más vieja que amiga.
-¿Cómo andás Lihuen, tanto tiempo?
-Igual que cuando nos vimos la última vez, -le respondió él.
-Pero si la última vez que nos vimos eras una lágrima que daba pena verte, porque te había dejado una marca la trastornada aquella que tenía un rotwailer…
-Bueno, ahora hacé de cuenta que estoy hecho una lágrima porque me dejó una marca el trastornado del rowrailer que tenía una mina. -¡Pero, Lihuen, vos siempre te venís a enamorar de trastornadas! ¡No vas a cambiar más vos, eh!
-¿Para qué, Luisa? La vida, si no le ponés un poquito de pimienta no tiene sentido.
-Si nene, pero vos ya le pusiste ajíes putaparió. ¡Aflojá! ¿Y ésta qué te hizo? ¿Te denunció a la policía porque querías verla; te salpicó de líquido de frenos porque miraste otra mina; o te durmió con Clonazepam 2 mg para encamarse con el sodero?
-No, Luisa, esta vez fue peor. Ni siquiera me dio bola.
-¡Aleluya Lihuen, al fin una mina que te quiere bien!
-No jodas Luisa, no estoy para chistes.
-Pero chabón, ¿para qué precisas una mina…?
-Y.. Luisa… La vida es dura si uno vive “a mano de uno mismo”.
-Dejáte de embromar y conseguite un gato, a vos que te gustan los gatos. Son mimosos, te calientan las patas, son tiernos…
-Si, pero salen caros Luisa.
-¿¡Qué caros!? Conseguite un gatito de la calle y listo.
-Si, Luisa, a eso me refería. Che, ¿y vos cómo andás Luisa?
-Yo bien, me casé, tengo cinco hijos, dos nietos, tres perros, un loro, un departamentito en el centro, esta motito, en fin, no me puedo quejar.
-Hijos, nietos, perros, loros, depto, moto… ¿Y pareja?
-Bueno, si, tengo pareja, pero no es el padre de mis hijos, de él me separé hace un par de años.
-Bueno, pero tenés pareja, un hombre que te quiera es lo mejor que le puede pasar a una mujer.
-No, Lihuen, dije: tengo pareja, no, tengo un hombre.
-¿Cómo Luisa, qué es, un extraterrestre, entonces? Ja ja.
-No. Él, en realidad es, ella.
-¿Cómo ella? Entonces no es pareja, es despareja.
-Lihuen, abrí un poquito la cabeza, ¿querés?
-Si, bueno, yo ya no entiendo nada de este mundo. ¿Y cómo se llama tu pareja?
–Julia.
-¿Julia…? ¡Mirá qué casualidad!
-¿Qué casualidad qué?
–No nada, que la chica que me gusta, la linda ¿qué digo linda? ¡La hermosa! También se llama Julia. ¿Y a qué se dedica?
–Es Analista de Sistemas.
-¡Oh, siguen las casualidades, mi Julia también!
–Lihuen, ¿en qué calle vive “tu” Julia?
-En Udaondo y Enrique Santos.
-¿En el segundo piso B?
–Si ¿Cómo sabés?
–Porque “tu” Julia, es, en realidad, “mi” Julia, Lihuen. Y donde te le acerques de vuelta a ella te rompo la cara y después perdemos la amistad, ¿escuchaste?
-Si Julia… digo… Luisa… Faltaba más.


Y colorín, colorado, esta casualidad se ha causalizado. 

jueves, 27 de septiembre de 2012

HISTORIA POR MEDIO DEL PATIO


Los separaba el patio de aquél albergue cuasi transitorio, el cual, por lo barato, era ideal para aquellos que recién llegaban al pueblo, o para aquellos que recién salían de un laburo estable. También por lo barato era que los inquilinos luego buscaran algo más acorde con la especie humana. Allí fue a parar Lihuen, luego de esos “viaje sorpresa” que solía emprender. A veces, hasta para él eran sorpresa. Y también allí, aunque en la pieza de enfrente, había ido a parar Luisa, luego de separarse de su última pareja.
Cada noche, patio de por medio, Luisa cocinaba en su pieza y Lihuen en la suya. A esa misma hora, y en medio de ambas puertas, se ubicaba “el flaco”. El flaco era un perro vagabundo, garrapatoso, pero muy simpático. Los perros son como las personas; cuánto más hambre tienen, más simpáticos son.
Cocinando, ambos vecinos, por ahí levantaban la vista y veían al otro en esas mismas tareas. Al verlo, se veían a si mismos, cocinando, solos. En algunas ocasiones hasta se cruzaban las miradas, pero, inmediatamente, ambos se hacían los distraídos. La soledad no se prostituye con el primer vecino que uno se cruce, pensarían cada uno para si. Apenas si se saludaban amistosamente cuando iban en busca de la única canilla de aquél Hotel Hilton versión viedmense de la calle Entre Ríos al 400. Hasta solían compartir horario de lavandería en la única pileta de aquel club de natación, en que se convertía los días de lluvia. Cuando volvían de sus labores, cada uno dejaba su bicicleta en el patio; uno del lado de su pieza y el otro igual. Donde nunca se cruzaron fue en el baño. Luisa calentaba agua en una olla y se duchaba dentro de la pieza, en un fuentón, con las cortinas y puerta cerrada. En cambio Lihuen se bañaba en la ducha del baño. Casi que se podía escuchar el sonido de sus dienten chirriando por el frio del agua fría que parecía caer directamente desde la cordillera hasta el frío y tembloroso cuerpito de Lihuen.
Ambos vivían solos. Sin hijos, sin pareja ocasional, sin amigos que los visitaran. Bueno, teniendo en cuenta lo apartado del lugar, tenían que ser muy amigos los que fueran hasta allí.
La mesa de ambos estaba frente a la única ventana que las piezas tenían. Y cuando uno debe elegir entre una lamparita de 40 watts y el sol, sabe perfectamente en qué parte de la pieza debe ir la mesa, ya sea para escribir, para comer, planchar o simplemente para sentarse a mirar para afuera. A la noche, luego de comer, lavar o algún otro quehacer, ambos se sentaban a la mesa. Luisa para leer. Lihuen para escribir. Y ambos, por turnos o a veces al unísono, miraban al otro. Quizá imaginándose, fantaseando con el otro. Quizá pensando en lo económico que sería viviendo juntos, pagando un solo alquiler, una sola compra de supermercado, o quizá simplemente para meterle un ratito el dedo en el esfínter a la soledad y ahorrarse frustraciones pasadas. El caso es que ninguno de los dos intentaba un acercamiento con el otro. ¡No vaya a ser que esa calma soledad se convirtiera de pronto en una tormentosa pasión! La gente común es así de extraña. Necesita del otro pero no arriesga, porque teme. ¿Pero a qué le temen, a que las cosas empeoren o a que las cosas mejoren? Es rara la gente común. Viven cada vez más aisladas o acompañadas de gente por obligación, pero cuando tienen la oportunidad de elegir estar con alguien, tienen más pruritos y preconceptos, que coraje para afrontar la más hermosa experiencia de la raza humana, que es, precisamente, relacionarse entre si, para sí.
Primero Luisa y luego Lihuen, pero al cabo de tres meses ambos se fueron de aquel hotel de pasajeros. Se regalaron apenas cinco “hola” y dos “permiso”. Y quizá no tengan otra oportunidad.

04/03/10